Dice Jean Christophe Rufin, médico y académico pionero del movimiento humanitario ( fundador de Médicos sin Fronteras, ex presidente de Acción contra el Hambre) en su libro “La aventura humanitaria” que “…en Ruanda todos los demonios salieron de su caja: genocidio, éxodo, guerra, epidemias, amenaza volcánica, represión política”,.
Se calcula que entre 500 000 y 1 000 000 de personas fueron asesinadas en tres meses entre abril y julio de 1994. 11 por ciento del total de la población y 80 % de los tutsis que vivían en el país. Además, el genocidio y conflicto civil provocó el exilio de dos millones de ruandeses en el entonces Zaire 480 000 en Tanzania, 200 000 en Burundi y 10 000 en Uganda, junto a más de un millón de desplazados internos. La violencia sexual fue generalizada; se cree que fueron violadas entre 250 000 a 500 000 mujeres durante el genocidio.3
Luego llegó el cólera, la desnutrición, las infecciones respiratorias, el sarampión… La violencia en los campos y fuera de ellos. Casi el 70%de las mujeres violadas durante el genocidio contrajeron el VIH. En un país donde apenas el 20% de la población tiene, a días de hoy, acceso efectivo a servicios de salid es Imposible estimar el impacto en morbi-mortalidad, la carga de enfermedad, o los Dalys1 , un indicador de que usamos en epidemiologia para medir las muertes prematuras o años de vida con discapacidad, en aquel contexto.
Médicos del Mundo, vivió también su propia tragedia. No podemos recordar aquellos días sin recordar inmediatamente los nombres de los compañeros, Luis, Flors y Manuel. Nunca podremos recordar Ruanda sin que la impotencia y la incomprensión ante aquellas muertes nos siga sobrecogiendo. Para ellos, nuestro sentido homenaje.
El genocidio ruandés trajo consigo también graves consecuencias para la región de los Grandes Lagos. Poco tiempo después del término de la crisis local, ésta se trasladó a los vecinos Zaire,Burundi y Uganda. El más afectado por esto fue Zaire, ya que el corrupto presidente Mobutu, había permitido a los extremistas Hutu entre la población de refugiados operar con impunidad. En octubre de 1996, continuó el apoyo de los militantes hutus conduciendo a un levantamiento de la etnia Tutsi Banyamulenge en el Zaire oriental (apoyado política y militarmente por Ruanda), que marcó el comienzo de la Primera guerra del Congo.
La llegada de millones de refugiados se convirtió en el caldo de cultivo que desataría la Primera y la Segunda Guerra del Congo y que dejaría el trágico saldo de 3,8 millones de muertos y un extensivo número de exiliados.
Ruanda marcó un antes y un después en muchos sentidos. Todavía hoy la comunidad internacional se pregunta si esta tragedia pudo haberse evitado, al menos mitigado, y en el sector humanitario, muchas lecciones y aprendizajes, algunos desde una perspectiva más técnica, se sacaron.
El genocidio de Ruanda, donde cientos de miles de personas fueron asesinadas en un período de solo unos pocos meses, sirvió como una llamada de atención a la comunidad internacional sobre la importancia de proteger a los civiles en situaciones de conflicto armado y crisis humanitarias. Este evento generó un mayor enfoque en la protección de los derechos humanos y la prevención de atrocidades masivas en el trabajo humanitario.
Ha habido también un esfuerzo para integrar la protección de la población civil en la planificación y entrega de la ayuda humanitaria. Esto implica no solo proporcionar asistencia básica como alimentos y refugo, sino también identificar y abordar las necesidades específicas de protección de las personas afectadas, como la protección contra la violencia sexual y de género, el reclutamiento de niños soldados y otras formas de abuso y violencia.
La creación del sistema de clúster sectoriales promovido por Naciones Unidas en 2005, ha mejorado algunos aspectos de las respuestas humanitarias y su coordinación, en especial a la de protección de personal humanitario y civiles.
Se ha desarrollado el enfoque en la seguridad comunitaria: se ha dado más importancia a fortalecer las comunidades locales y empoderarlas para que sean capaces de protegerse a sí mismas en contextos de crisis humanitaria. Esto implica trabajar en colaboración con las comunidades afectadas para identificar y abordar los riesgos de seguridad a los que se enfrentan, así como fortalecer sus capacidades de resistencia y recuperación.
Y finalmente, respecto la prevención y resolución de conflictos: la seguridad humanitaria no se logra únicamente a través de la asistencia durante una crisis, sino también abordando las causas subyacentes de los conflictos y las tensiones sociales que pueden desembocar en situaciones de violencia y crisis humanitarias. Por lo tanto, ha habido un aumento en los esfuerzos para prevenir y resolver conflictos antes de que escalen a niveles de crisis humanitaria.
Y sin embargo, estamos hoy recordando la tragedia de Ruanda, mientras Israel acomete otro genocidio, brutal, desproporcionado, planificado, ante la inacción de la comunidad internacional nada, ni nadie, parece poder detener a Israel en su objetivo. Ni el Derecho Internacional Humanitario se respeta, con cerca de 200 trabajadores humanitarios muertos, ni las resoluciones de Naciones Unidas, ni las tibias y grises “gestiones diplomáticas” de las potencias y miembros del Consejo de Seguridad. Como en Ruanda hace 30 años, nada va a detener el Genocidio en Palestina. En el medio, Siria, 500.000 muertes, 5 millones de refugiados, 13 millones de desplazados internos. ¿Qué ha pasado? En Sudán de Sur: 2 millones de refugiados sursudaneses en Etiopía, Sudán y Uganda y 4 millones de desplazados internos. ¿Quién está haciendo algo por Sur Sudán? Yemen: 4,5 millones de desplazados internos y más de dos tercios de la población está viviendo por debajo del umbral de la pobreza. En 2023, la ONU estimó que 17,3 millones de personas en Yemen necesitarán asistencia humanitaria y apoyo de protección. Solo la comunidad internacional ha actuado con firmeza cuando el conflicto amenazó con interrumpir el comercio internacional a través del mar Rojo y el Canal de Suez, generando un aumento del 4% en el precio del petróleo. Entonces EEUU y Reino Unido lanzaron un ataque contra los rebeldes hutíes. La lista de la indiferencia y la negigencia podría seguir: Haití siempre Haití, Sudán, RCA, Somalía, la retirada del Sahel, el Sahara que sigue esperando.
Hace unos años, Ignacio Ramonet, Director de Le Monde Diplomatique, afirmaba en un reportaje publicado en El País que “Naciones Unidas ha fracasado en su objetivo principal: preservar la paz”, y añade “…Naciones Unidas es «una institución indispensable», pero ha llegado el momento de reflexionar sobre su disfuncionamiento: Es obvio que no responde a las exigencias que teníamos puestas en ella«.
No obstante, el fracaso puede no ser solo de Naciones Unidas, toda la arquitectura humanitaria debe ponerse cuestionar su eficacia. El acceso humanitario se está reduciendo en los últimos años y las organizaciones internacionales humanitarias ya no tienen la percepción garantizada de la neutralidad que se les suponía en los primeros años, siendo objetivos directos en muchos países, ya sea por la naturaleza y finalidad de su mandato o por ser garantes de recursos dirigidos a la población afectada. Además, quienes actuamos en la respuesta cada vez asumimos mayores riesgos institucionales y exigencias (o barreras) administrativas que hace muchas veces casi imposible cumplir con nuestro mandato humanitario: políticas de cumplimiento descontextualizadas, medidas de lucha contra el terrorismo y el blanqueo de capitales contradictorias con los principios humanitarios, y ahora, la agenda de localización. Luego habrá un panel sobre Localización, así que no digo nada, pero cuidado con la agenda de Localización, no seamos ingenuos.
En Médicos del Mundo consideramos que un crimen como el que se cometió en Rjuanda no quede impune. Exigimos verdad, justicia y reparación: es decir, una investigación independiente que identifique a los responsables de los crímenes; que estos sean juzgados y que se establezca una reparación para las familias de las víctimas.
Reivindicamos además el máximo respeto para los fundamentos del Derecho Internacional Humanitario, que “busca limitar los efectos de los conflictos armados protegiendo a las personas que no participan en las hostilidades o que han decidido dejar de participar en el enfrentamiento […] y que se compone de una serie de normas, en su mayoría reflejadas en los Convenios de Ginebra de 1949 y sus protocolos adicionales”.
Y siempre seguiremos exigiendo el esclarecimiento de los hechos ocurridos el fatídico 18 de enero de 1997, en el que nuestros compañeros Manuel Madrazo, Flors Sirera y Luis Valtueña fueron asesinados en la casa que Médicos del Mundo tenía en el distrito de Ruhengheri, al noroeste de Ruanda.