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Artículo publicado en El Independiente el 27 de octubre de 2023.
Esencial
- Ismail es el nombre ficticio de un trabajador humanitario de Médicos del Mundo en Gaza.
Digamos que me llamo Ismail. La guerra me ha pillado fuera de Gaza, trabajando en Cisjordania. Podríais pensar que es una suerte que no me haya pillado dentro de esa cárcel al aire libre, pero presenciar esta guerra solo y lejos de mi casa y mi familia, que siguen atrapados en Gaza, es otra dura forma de padecer esta guerra.
Trabajo para la ONG humanitaria internacional Médicos del Mundo España. Desde que el pasado 7 de octubre estallara esta guerra, estamos exigiendo un alto al fuego urgente, que se proteja la vida de la población y las infraestructuras civiles: casas, escuelas, colegios. También que se abran corredores humanitarios que permitan a la población civil un acceso pleno, seguro, sin obstáculos ni restricciones a la ayuda humanitaria. Pero lejos de proteger la vida, las palestinas y palestinos nos hemos convertido en un objetivo.
Las estructuras sanitarias, es decir hospitales, centros de salud, farmacias y ambulancias, no pueden considerarse objetivos militares y no pueden ser atacadas en virtud del derecho internacional humanitario. Pero en esta guerra televisada, podéis ver ataques tan brutales como el del pasado 17 de octubre a un hospital en Gaza, matando a más de 500 personas en situación muy vulnerable, muchas de ellas refugiadas allí pensando que ese sería un lugar seguro.
A veces, los trabajadores sanitarios reciben a sus seres queridos heridos o muertos mientras atienden pacientes, y sin tiempo de llorarles continúan trabajando para salvar más vidas.
Estos días, hemos pasado de ser trabajadores humanitarios, cuyo cometido era apoyar a la población palestina en su acceso a la salud, a ser parte de las víctimas también. Los números de personas muertas (más de 5.700 gazatíes), los números de ataques a infraestructuras sanitarias (62 en Gaza y 96 en Cisjordania), el número de personas desplazadas (1,4 millones), son cifras que estos días se cruzan con nuestros relatos personales y sentimientos. Porque a veces las cifras nos deshumanizan. Y yo, estos días, además de un trabajador de Médicos del Mundo, soy un gazatí viviendo la agonía de una guerra que destruye mi vida y la de los míos. ¿Cómo sentirse?
¿Cómo sentirse si cada noche recibieras un montón de mensajes de despedida de tu madre, diciéndote que te cuides mucho y que reces todo lo que puedas por ellos, porque están indefensos y no pueden hacer nada, salvo morir lentamente? ¿Cómo sentirse cuando recibes un vídeo de tus hermanos pequeños despidiéndose de la casa antes de evacuarla porque podrían ser los últimos destellos que puedan ver antes de perderla, cuando recibes un vídeo de tu hermana pequeña diciéndote que no quiere morir antes de volver a verte? Todo lo que quería era abrazarme y contarme su día. Estos días he recibido muchos testamentos, últimos mensajes y muchas despedidas.
¿Cómo te sentirías si perdieras a dos de tus amigos de toda la vida, a los que conoces desde hace más de 17 años? ¿Te imaginas hablar con ellos y que diez minutos después ya no estén ahí? Perdí a Salah, a Khaled, a su familia y su casa, donde se crearon un montón de recuerdos sin ni siquiera poder despedirme. Me arrepiento de cada momento que he perdido sin decirles lo mucho que los quiero y lo bonita que es su existencia en mi vida. Ya los extraño. Deseo que todo esto que está pasando sea una pesadilla, despertar y descubrir que nada de esto pasó. No puedo soportar ser testigo de este miedo y ver ese dolor en los ojos de mis seres queridos. No puedo soportar la voz de mi amigo Ahmed mientras describe la situación en Gaza ahora, diciéndome «no tenemos miedo a la muerte, pero tenemos miedo de que Gaza no exista nunca más».
Con mi imaginación me evado al momento en que vuelvo a mi tierra, Gaza. Me imagino el momento en el que paso por delante de la casa de Salah, recordando todos lo que hemos vivido juntos allí. Pienso en el momento en el que vuelvo allí e intento reconocer las zonas en las que solía pasar la mayor parte del tiempo. No estoy preparado para ver nada de esta destrucción a mi alrededor, ni para poner un pie en la ciudad sin mis seres queridos cerca.
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